
Sol brillante en lo alto, debajo y a lo largo una brisa fresca y seca a la vez, música repetitiva y conocida en el ambiente, gente extraña y excéntrica por doquier; una imagen cualquiera habitando en una mente cualquiera.
Mis ojos en un eterno movimiento, buscando algo que no esperaban encontrar y que se mantenía de ese modo. El sol en su propio movimiento recorría el cielo de un lado a otro, al igual que las aves y el agua. Por un tiempo el pensamiento se volvió mero capricho, y decidí cambiar el calor seco por uno más húmedo. Entre en él, la visión se entorpeció y la respiración debió convertirse en profunda y lenta al igual que en un sueño. Al sentir el peso del mundo sobre mí, volví a la realidad con un golpe frío sobre el cuerpo, y caminé hacia el exterior una vez más.
La luna hizo su entrada triunfal acompañada de algunas de las ya memorizadas estrellas; sólo que esta vez trajeron consigo una brisa refrescante y una tranquilidad que ya hacia falta en mí. Pasé la noche como cualquier otra, con imágenes cualesquiera en mi inconciencia, las cuales se disiparon con el sonido estridente y molesto provenientes de un celular que anunciaba el inicio de un nuevo día más allá de la habitación.
La rutina de unas horas antes fue la misma del nuevo día, las mismas personas, el mismo lugar, las mismas actividades. Los números del celular avanzaban constantemente hasta marcar la hora en que el sol ha pasado tres cuartos de su avanzar repetitivo. Un error de cálculo nos llevó a retirarnos para no desfallecer a la vista del público y así lo hicimos. El momento decisivo se creó debido a un acto amable y desinteresado; me rezagué apenas unos minutos con la promesa de encontrarnos en unos instantes. Caminé al lado contrario hacia el pequeño “Poseidón” donde a unos metros de distancia una mirada escondida detrás de lentes de sol se clavo en mis ojos. A la mirada la siguió el cuerpo para detenerse frente a mí. Una voz curiosamente tranquila y relajada se hizo escuchar para establecer una conversación tan directa como imprecisa. Al parecer mi nombre no importaba en ese momento; no estoy seguro que era lo que importaba, pero el sol y el hambre me permitieron no prestarle mucha importancia. La pequeña plática continuó con la mención de un avistamiento el día anterior y la incertidumbre de la repetición del mismo. La respuesta que recibió fue vaga, tanto por diversión como por duda; a cambió recibí una sonrisa incrédula y la promesa vacía de volvernos a ver. Tomé lo que fui a buscar y me retire del lugar dejando atrás al rostro que recibe un nombre gracias a una pequeña insignia adherida a su ropa.
La promesa intento ser cumplida con mucha incertidumbre y un poco de inseguridad, sin embrago a pesar del intento de esfuerzo nunca fue concretada, dejando a este relato simplemente como una crónica sin final. Un final que me habría gustado manipular para conocer. Aún así, como la primera vez, por sorpresa reconocí aquellas gafas colocadas sobre aquel rostro, dónde no esperaba encontrar nada. Esta vez fuimos dos mundos aparte, intente crear un contacto, pero el éxito fue esquivo. Otra vez di media vuelta y caminé para no volver, ésta vez acompañado de mi gente y mi imaginación ya trabajando para crear un final que no conozco.
Pfff.... Jajajaja xD Un buen respiro... u.u
ui ui ui
ResponderEliminaryo conosco esa historia =O